El astrolabio de Azarquiel

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viernes, 11 de marzo de 2016

El fuego latente de Fukushima.

Hoy, 11 de marzo, se cumplen 5 años del desastre nuclear de Fukushima, en Japón, considerado el segundo más importante de la Historia, después del de Chernobyl de 1986. Cinco años han pasado ya desde aquel 2011 y nos parece que fue ayer. Cinco años de sufrimiento de muchas personas, porque sí, sigue habiendo muchos japoneses sufriendo las consecuencias del accidente.

¿Cómo ocurrió el accidente? Vamos a recordarlo. Aquel 11 de marzo, a las 14:46 hora de Japón, la tierra tembló como hacía tiempo que no lo hacía. Un tremendo terremoto de grado 9 sacudió la costa noreste de Japón, lo que además produjo un tsunami (el epicentro del terremoto se ubicó en el mar.
Allí, en un pueblecito llamado Okuma, se encuentra una de las mayores centrales nucleares del mundo, la Central Nuclear de Fukushima. Lamentablemente resultó gravemente afectada por el terremoto, dando lugar a una serie de incidentes tales como varias explosiones en los edificios de la central, la fusión del núcleo (el combustible nuclear pasa de estado sólido a líquido por efecto de un calentamiento excesivo del mismo) y liberación de radiación al exterior.


Fotografía de los 4 reactores de Fukushima dañados por la explosión tras el terremoto (Fuente: Wikipedia, Autor: Digital Globe)


Como podemos imaginar, todo un desastre nuclear. La central comprende 6 reactores nucleares, y ese día 3 de ellos estaban apagados, ya que se encontraban en una revisión periódica. En el momento en el que ocurrió el terremoto-tsunami, los 3 reactores que estaban en funcionamiento se apagaron de forma automática (es lo que técnicamente se llama SCRAM). Al apagarse todos los reactores, lógicamente se paró la generación de electricidad, por lo que los sistemas de enfriamiento dejaron de funcionar. En estos casos se suele tirar de la red eléctrica convencional, pero tampoco funcionaba debido a los desperfectos producidos por el terremoto. Como última opción, los motores diésel de emergencia arrancaron y comenzaron a generar electricidad, pero a una determinada hora se pararon también.

Disposición de los 6 reactores nucleares de la central de Fukushima (Fuente: Wikipedia, Autor: Shigeru23)


A partir de este momento, comienza una cascada de fallos técnicos, situación agravada por el hecho de que, inexplicablemente, esta central a pesar de estar ubicada en un lugar donde los tsunamis pueden alcanzar más de 38 metros, disponía de un muro de contención de tan sólo 6. Numerosos sistemas críticos se inundaron con una posibilidad altísima de fugas radiactivas. Las autoridades japonesas, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, decidieron la evacuación total en un radio de 20 kilómetros alrededor de la central nuclear (radio aumentado al poco tiempo a 30 y finalmente a 40 kilómetros). Los 3 reactores activos en ese momento sufrieron fusión del núcleo.

Zona contaminada y de acceso prohibido en Kashiwa (Fuente: Wikipedia, Autor: Abasaa)


La verdad es que da pavor incluso describir el desastre nuclear de Fukushima, pero las consecuencias siguen ahí, a pesar de que, como ocurre siempre en estas grandes calamidades, los medios de comunicación parece que se han olvidado. Así, el investigador japonés Tsuda y sus colaboradores han encontrado un incremento de unas 30 veces en el cáncer de tiroides en personas menores de 19 años de la zona de Fukushima (uno de los elementos radiactivos liberados fue el yodo-131, que sustituye muy fácilmente al yodo normal en la glándula tiroides debido a la composición química de la hormona tirosina). Estos resultados fueron publicados en 2015 en la revista científica Epidemiology.

La asociación de afectados llamada Madres de Fukushima alertan de que los elementos radiactivos siguen en el ambiente. Esta asociación se opone a que los niños coman alimentos de la zona por temor a que estén contaminados. No obstante, han estado informando de efectos derivados de contaminación radiactiva (caída de pelo y uñas, sangrado de nariz, problemas en la piel), pero las autoridades no les hacen caso, y siguen diciendo que está todo bajo control.

Incluso en un artículo de Daniel Madigan, Zofia Baumann y Nicolas Fisher en el Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) de junio de 2012, se demuestra que los atunes del Pacífico (Thunnus orientalis) transportan en su interior multitud de partículas de cesio-137. Este radionúclido es bastante peligroso, ya que químicamente es muy parecido al potasio, sustituyéndolo en las moléculas de los organismos vivos y concentrándose sobre todo en el tejido muscular y emitiendo desde ahí la mortal radiación.

Mapa de zonas contaminadas tras el desastre de la central nuclear de Fukushima del 22 de marzo al 3 de abril de 2011 (Fuente: National Nuclear Security Administration (NNSA) US Department of Energy)


En general los expertos estiman que se necesitarán 300 años para que desaparezca completamente la radiactividad de la zona (y nunca es completamente, pero al menos hasta niveles adecuados de seguridad). El problema sigue ahí y está latente. La central nuclear está en proceso de desmantelamiento, ya que tras el accidente es totalmente inservible (ejércitos de operarios trabajan durante un tiempo y luego son reemplazados por otros, y así). Los restos radiactivos se están empaquetando en grandes bolsas y enterrando en los alrededores, algo que también entraña ciertos riesgos, sobre todo en una zona tan activa sísmicamente.

En definitiva, creo que todavía no estamos lo suficientemente maduros tecnológicamente para gestionar convenientemente la energía nuclear (que sí, es la más limpia si no tenemos en cuenta los molestos y peligrosos residuos nucleares que se generan) y ya no digamos cuando ocurre un accidente de este calibre. Chernobyl antes y Fukushima ahora nos siguen demostrando lo complicado que es manejar una situación así y lo peligroso (y doloroso) que es para la población en general, a pesar de los mensajes de tranquilidad de las autoridades de turno.