El astrolabio de Azarquiel

El astrolabio de Azarquiel

lunes, 17 de noviembre de 2014

Fantasmas sintéticos.

Quien más, quién menos, ha sentido alguna vez que no estaba solo o sola, sino que había una presencia que luego, al intentar buscarla, no aparece por ningún lado. Bueno, a veces sí que aparece, y es alguien que te quiere dar un susto, pero a las presencias a las que me refiero son las, digámoslo así, fantasmales.

Hoy no voy a escribir historias de miedo ni de fantasmas, sino historias reales sobre estas apariciones y lo que la Ciencia opina tras una serie de experimentos.

Os cuento. Lo que ha ocurrido es que, en Suiza, en el Laboratorio de Neurociencia Cognitiva de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, un grupo de neurocientíficos de varias nacionalidades (suizos, japoneses e israelíes) han conseguido inducir la aparición de un fantasma en el laboratorio. O sea, que han invocado, de forma artificial, una presencia, o eso es al menos lo que el cerebro de los voluntarios que se han prestado a formar parte del experimento, han sentido.

Ilustración japonesa del siglo XIX de unos fantasmas (Fuente: Wikipedia, Autor: Kitagawa Utamaro)

¿Cómo se ha podido lograr semejante cosa? ¿Realmente ha aparecido un fantasmilla en el laboratorio, con su sábana y todo, en cuanto se le ha llamado? Nada de eso. Lo que estos científicos han hecho es crear una discrepancia en el cerebro de cada voluntario, entre lo que hacían y lo que sentían. Han engañado así al cerebro de cada uno y les han hecho creer que realmente no estaban solos sino con alguien al que no podían ver.

La verdad, es que así contado parece un poco de risa, pero algunos de los voluntarios tuvieron que dejar el experimento antes de tiempo, ya que no podían aguantar más esa extraña e inquietante sensación.

Según el neurocientífico que dirige el experimento, Olaf Blanke, todos hemos experimentado alguna vez esa sensanción de tener a alguien cerca de nosotros sin que realmente (o aparentemente) haya nadie. Según Blanke, estas sensaciones se pueden dar en casos de extremo cansancio o en momentos de miedo.

Este tipo de situaciones se pueden dar en alpinistas, exploradores, montañeros, marinos, e incluso en personas que han perdido a un ser querido recientemente. Para Olaf Blanke, no hay una explicación sobrenatural para ello. Simplemente, se trata de una integración defectuosa de la información que llega al cerebro por distintas vías: nuestro movimiento y la posición del cuerpo en ese momento. Vamos, que el cerebro se lía, no integra bien la información espacial, y crea estos fantasmas que realmente parece ser que no existen.

A los fantasmas les suele gustar vivir en castillos, por razones que desconozco. En la imagen, Castillo Maschio Angioino o Castel Nuovo en Nápoles (Fotografía del autor)


El experimento se realizó mediante lo que se conocen como técnicas de disonancia. Se les vendó los ojos a los participantes del experimento. Así, con los ojos vendados, éstos movían las manos como les apetecía. Este movimiento era emulado por un robot que, al mismo tiempo, les tocaba la espalda. Cuando el movimiento del robot estaba sincronizado con el de los participantes, iba todo bien. Sin embargo, cuando se producía una disonancia, un retardo en el movimiento del robot, no se hacía la integración entre la percepción temporal y espacial en los voluntarios, y era en este momento cuando sentían presencias cerca.

Olaf Blanke intenta desmontar con este experimento el mito de los fantasmas y las presencias intangibles, argumentando que siempre se trata de un producto de nuestro cerebro. Realmente lo importante no es que existan o no los fantasmas, sino que estas sensaciones tan angustiosas también aparecen en enfermedades como la esquizofrenia, y puede ser un buen punto de vista para investigarlas más a fondo. Ese es el verdadero objetivo de estos experimentos, porque realmente, la creencia en fantasmas no puede ser eliminada de la noche a la mañana.

Estos estudios han sido publicados en la revista científica Current biology y demuestran también que pacientes con lesiones en las regiones cerebrales temporoparietal, insular y sobre todo el córtex frontoparietal pueden crear también estos fantasmas donde no los hay.

Yo sé que Olaf Blanke tiene sus razones y las ha demostrado en el laboratorio, pero ¿quién no te dice que algún que otro fantasmilla juguetón puede estar rondando por ahí? Yo os puedo decir que conozco a más de un fantasma, aunque la mayoría suele ser de carne y hueso, y no son objeto de este artículo. Como dicen en Galicia, no creo en los fantasmas, pero haberlos haylos.

Bueno no os cuento más, porque he oído algo por la casa, y en estos momentos estoy solo ¿o quizás no? La carne de pollo se me ha puesto de escribir esto.


2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, pero para mi hay un PERO (no en el artículo sino en la investigación). En base a las pruebas mi opinión es que no se pueden sacar grandes conclusiones, solo acercarse a una parte pequeña en la que se puede explicar la sensación de una presencia. Los pasos importan, pero esto sólo es un pasito para intentar explicar lo que no tiene explicación.

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  2. Propongo un experimento:
    Ir a una casa en un lugar poco poblado de Castilla llevando como lectura un libro de poemas de Machado. No encender la TV ni el ordenador ni el móvil. Leer hasta altas horas de la madrugada y,antes de caer de sueño, salir unos minutos al huerto.

    Resultado: Mas de un 50% de los sujetos al experimento encontrarán allí a Antonio Machado.

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