El astrolabio de Azarquiel

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domingo, 28 de febrero de 2016

Años bisiestos y trisiestos.

Como todos sabemos, este año es bisiesto, o sea, tiene un día más que corresponde al 29 de febrero (mañana mismo, vamos). ¿Pero no os habéis preguntado de qué viene eso de poner un día más al año cada cuatro años? ¿Y por qué se llama bisiesto? E incluso ¿por qué este día adicional se incluye en el mes de febrero y no en el de junio o septiembre, por decir algo? La clave de todo esto se encuentra en la astronomía y no en algo arbitrario inventado por los humanos (aunque en cierto modo sí, como vamos a ver ahora).

Empecemos por el principio. Al principio Dios creó la Tierra... , bueno, bueno, no tan al principio, pero casi. Nuestro planeta , nuestra querida Tierra, da una vuelta alrededor del Sol que dura un año (parece una perogrullada, pero sigamos). Esa vuelta, ese año terrestre, equivale a 365 días, aunque no es del todo correcto. Realmente, la Tierra tarda en hacer el recorrido 365 días y un poco más (para ser exactos, 365 días 5 horas 48 minutos y 45,25 segundos). En ese poco más es donde está el quiz de la cuestión y todo el embrollo de los años bisiestos.

Ya en época romana se veía que estas horas de más se iban acumulando año tras año, dando lugar a unos desfases bastante exagerados. Podría ocurrir que cuando los romanos pensaban que estaban en un mes, en teoría caluroso, estuviese nevando. Este problema lo vio con claridad Julio César, el cual, en uno de sus viajes que hizo a Egipto, además de encontrar a Cleopatra, encontró un calendario mucho más exacto que el romano, ya que tenía en cuenta ese poquito más cada año. Enseguida, como todo césar que se precie, delegó el marrón, digo la oportunidad, al astrónomo Sosígenes de Alejandría: tendría que crear un calendario romano parecido al egipcio.

Busto de Cayo Julio César, en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (Fuente: Wikipedia, Autor: Andreas Wahra)


Sosígenes, que ya no era becario y llevaba bastantes años currando, se le ocurrió hacer un corta y pega de la época. Tomó el calendario egipcio (que ya contenía el día de más cada cuatro años), le cambió los nombres a los meses para poner los romanos y voilà, ya tenemos calendario juliano (en honor a Julio, claro). Como a esas alturas (estamos en el año 46 antes de Cristo) el desfase romano era ya algo más que inmanejable, lo que se hizo para compensar y comenzar de cero, fue decretar que ese mismo año tendría 445 días. No me imagino como tiene que ser pasar un año así, con tantos días. Ese año fue llamado año juliano (también llamado año de la confusión, por razones que los lectores comprenderán), aunque creo que no habría hecho falta, porque estoy seguro de que desde entonces, todos los romanos se acordaron de Julio César y de toda su familia. No me extrañaría que alguno de los que se lo cargaron años después, fuese algún indignado por este ajuste. Nunca lo sabremos.

¿Y dónde pusieron ese día de más? Pues en el mes que para los romanos era el cajón de sastre o el trastero, por ser el último del año para ellos: en febrero como habéis adivinado. En un principio no fue el 29 de febrero, que habría sido lo fácil para nosotros. En su caso lo hicieron un poco más enrevesado por la propia naturaleza de su calendario: lo metieron entre el 23 de febrero (vaya, 23-F, esa fecha me suena y no muy bien) y el 24. Para que lo entendamos, los romanos dividían cada mes de su calendario en tres eventos o fechas fijas: calendas (día 1), nonas (día 5 o 7 dependiendo del mes) e idus (día 13 o 15). A partir de estas fechas contando hacia atrás, es como numeraban los días. Así, si el 24 de febrero se llamaba sexto día antes de las calendas de marzo (ante diem sextum kalendas martias), el nuevo día introducido con calzador era el ante diem bis sextum kalendas martias. Del bis sextum es de donde toma el nombre de bisiesto. Como veréis, un poco complicado, pero así eran estos chicos.

Bien, pues todos contentos. Ahora ya está todo más ordenado y los días y meses están donde tienen que estar. Y cada cuatro año, zas, ponemos el día bis sextum, ya que esas pocas horas más de los 365 días, cada cuatro años hacían un día, aproximadamente.

Dio tiempo a que cayese el Imperio Romano, llegasen los bárbaros, se fuesen, pasasen los mil años de hierro de la Edad Media y llegásemos al Renacimiento para que las gentes del momentos se diesen cuenta de que Sosígenes había hecho un buen cálculo, pero no era del todo exacto. Esas horas de más no eran justamente un cuarto de día, sino algo menos, y esto se notaba al cabo de los siglos. Y claro, llegamos al año 1582, cuando el Papa Gregorio XIII, por recomendación de un estudio de la Universidad de Salamanca sobre este tema (lo que ahora sería una consultoría), decreta la adopción de un nuevo calendario, que es el que utilizamos en la actualidad: el calendario gregoriano. Es en este momento cuando el día adicional se coloca el 29 de febrero.

Retrato del Papa Gregorio XIII, realizado por Lavinia Fontana (Fuente: Wikipedia)


Según este calendario, un año es bisiesto si es divisible entre 4 (hasta aquí calendario juliano), excepto si es divisible entre 100 pero no entre 400 (esta es la novedad, el nuevo ajuste). En este caso, el año 1582 se acortó, ya que después del jueves 4 de octubre vino el viernes 15 de octubre. Este ajuste ha dado lugar a curiosidades como por ejemplo, el día que murió Santa Teresa de Jesús, que ocurrió en un momento determinado entre el 4 y el 15 de octubre de 1582.

Para terminar, en el título de este post ponía trisiestos. ¿Ha habido años trisiestos? Pues sí, alguna vez los ha habido. Como la adopción del calendario gregoriano fue paulatina, cuando el cambio llegó a Suecia, allí se decidió hacerlo de forma gradual (a partir de 1700 eliminarían un día del año hasta llegar al calendiario gregoriano en 1710).  La idea era buena, pero las guerras del Rey Carlos XII dieron al traste con el proyecto. Suecia se quedó desfasada respecto a ambos calendarios (el juliano y el gregoriano) por lo que llegado el año 1712, se decidió que el mes de febrero tuviese dos días bisiestos. Así, el mes de febrero de ese año quedó con 30 días.

Página de un almanaque sueco de 1712 donde se observa un mes de febrero de 30 días (Fuente: Wikipedia)


Como podéis ver, esto es todo lo que hay tras un año bisiesto, así que disfrutad mañana de este día con tantas historias detrás, aunque sea lunes.

1 comentario:

  1. un gran articulo que nos das en este momento se le da las gracias por la ayuda

    buenas tardes te leo posteriormente

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