El astrolabio de Azarquiel

El astrolabio de Azarquiel

sábado, 26 de marzo de 2011

Los marcianos nos visitan.

Desde que en 1877, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli jurase haber visto con su telescopio canales en la superficie de Marte (canales que según él, servirían para que el agua de los polos se repartiera por toda la superficie marciana), este planeta ha estado en boca de todo el mundo como posible portador de vida.


El planeta Marte visto por el telescopio espacial Hubble (Fuente: NASA)

Un error de traducción del italiano al inglés fue el origen de todo el lío. Así, canali se tradujo en canals (estructuras artificiales, o sea construidas por alguien) en lugar de channels (estructuras naturales). Recuerdo que este mismo error he tenido yo mismo el otro día en clase de inglés.


Los supuestos canales de Marte, vistos por Schiaparelli (Fuente: Meyers Konversations-Lexikon (German encyclopaedia), 1888.)

Para todo el mundo, empezando por los periódicos, estaba claro que Marte tenía habitantes (llamados marcianos) y que estaban muy avanzados tecnológicamente, ya que eran capaces de construir esos larguísimos canales que se podían ver desde la Tierra. Me imagino que los propios madrileños estarían acomplejados, viendo de lo que eran capaces de construir esos extraterrestres, comparado con el exiguo Real Canal del Manzanares, paralelo al río del mismo nombre, de apenas 20 kilómetros, y que ni por asomo podrían ver los marcianos desde su planeta.

Más adelante se demostró que lo que Schiaparelli vio fueron ciertas aberraciones en su telescopio, porque realmente en Marte no existen tales canales. No obstante, el tema de los marcianos quedó el en acerbo popular para siempre. Cualquier extraterrestre era un marciano, no un venusiano o un neptuniano.

A pesar de todo y por si acaso (y sobre todo por la insistencia de Carl Sagan), en 1976 la NASA envió al Planeta Rojo, dos sondas (la Viking I y la Viking II), dispuestas a realizar varios experimentos destinados a ver si realmente hay vida o no en la superficie marciana. Lo que ambas sondas encontraron al aterrizar (o mejor dicho, amartizar) en Chrise Planitia, fue un planeta rojo y desolado. No había ni rastro de canales, ni de marcianos dando la bienvenida a las naves como si fueran Mister Marshall, ni nada de nada. Sólo un desierto pedregoso y árido, con un cielo anaranjado. Bueno, para mí este paisaje también tiene su belleza, claro.


Sonda Viking II explorando la superficie marciana en un autorretrato de 1976 (Fuente: NASA)

Se tomaron muestras y se hicieron experimentos in situ, pero todos dieron resultado negativo. El suelo carecía de carbono, que es el elemento básico de la vida (según la conocemos, claro está). No parecía que hubiera ni siquiera bacterias marcianas paseando por allí. La NASA declaró que Marte carecía de vida y dio carpetazo al asunto, que ya estaba bien de gastar dinero en tales viajes.


Romántica puesta de sol en Marte observada por el Mars Exploration Rover en 2005 desde el cráter Gusev (Fuente: NASA)

Sin embargo, en 1984, una expedición del Smithsonian Institute descubre en la Antártida un oscuro meteorito, que determinaron ser de origen marciano.

Este meteorito, llamado Allan Hills 84001 (ALH84001) es una diogenita de casi 2 kilos de peso y que se calcula que se formó en Marte hace 4500 millones de años. Pero ¿cómo llegó hasta la Antártida?


Meteorito marciano ALH84001 (Fuente: NASA)

Se cree que Marte recibió el impacto de un enorme meteorito hace unos 16 millones de años, que hizo saltar al espacio multitud de rocas marcianas. Una de estas rocas era ALH84001, que vagó por el espacio hasta que entró en órbita terrestre y cayó en la Antártida hace unos 13.000 años.

Pero ahora viene lo interesante. En 1996, en el interior de la roca marciana se encontraron formaciones parecidas a bacterias, lo cual ya da que pensar. La NASA anunció a bombo y platillo que habían encontrado vestigios de vida marciana. Al poco tiempo, la revista Science Magazine publicó un artículo rebatiendo esa posibilidad y demostrando que la roca se había contaminado con bacterias antárticas.


Estructuras semejantes a bacterias fosilizadas encontradas en el meteorito ALH84001 (Fuente: NASA)

Aún no ha terminado esta polémica, cuando el pasado 5 de marzo, otro investigador de la NASA, Richard Hoover, publica un artículo en la revista científica-sensacionalista Journal of Cosmology (revista poco respetada en el ámbito astronómico, a pesar de su nombre, todo hay que decirlo), en el cual asegura haber encontrado bacterias en otro meteorito marciano.

Como única prueba aportaba unas marcas microscópicas parecidas a bacterias, que había encontrado en varios meteoritos. Esto ha sido la gota que ha colmado el vaso. El escándalo científico está servido.

La mayoría de los científicos rechaza este descubrimiento. Así, por ejemplo, el biólogo del Centro de Astrobiología en Madrid, Ricardo Amils (una autoridad mundial en astrobiología y del que tengo el honor de decir que fui alumno suyo), dice cautamente que no todo lo que parece vida es realmente vida. Las pruebas morfológicas como las que presenta Hoover, no sirven para nada (eso mismo nos repetía en sus clases de microbiología, hace ya bastante años). Son precisas pruebas adicionales y reproducibles en cualquier laboratorio.

Sin embargo en el Journal of Cosmology, se han puesto de parte del defenestrado científico de la NASA. En su página web comparan a Richard Hoover con Giordano Bruno, otro científico heterodoxo al que la Inquisición quemó en la hoguera en 1600, por pensar, entre otras "escandalosas" cosas, que podría haber otros planetas habitados en el Universo.


Reciente libro publicado por Richard Hoover sobre el descubrimiento de vida extraterrestre (Fuente: http://www.amazon.com/ )

No sabemos si estamos ante un nuevo genio o ante un charlatán. El tiempo y la ciencia lo dirán. Lo que creo que está claro es que Marte no ha sido casi explorado. Se han enviado varias sondas durante las últimas décadas, se han tomado algunas muestras, pero no conocemos casi nada del Planeta Rojo. No deberíamos descartar la existencia de fósiles o incluso de vida marciana, ya que según los últimos descubrimientos, parecen existir algunas corrientes de agua, que si bien no son anchos canales que se ven desde la Tierra, pueden ser el humilde hogar de alguna criatura.

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