El astrolabio de Azarquiel

El astrolabio de Azarquiel

domingo, 12 de junio de 2011

Burbujas magnéticas en los confines del Sistema Solar.

Hace muchos, muchos años, en 1977, los habitantes del único planeta habitado (que se sepa) del Sistema Solar decidieron lanzar al espacio dos pequeñas sondas a las que bautizaron Voyager (1 y 2). Su misión era recorrer todo el Sistema Solar hasta sus confines y allí seguir camino de las estrellas hasta el infinito y más allá (más bien hasta el centro de la Vía Láctea, que es hacia donde van dirigidas).

Representación esquemática de una sonda Voyager (Fuente: NASA)

Ambas llevan en su interior un disco de oro con los sonidos de la Tierra (Sound of Earth) para que sean escuchados algún día por hipotéticos extraterrestres que se topasen con ellas. Eso podría ocurrir, en el mejor de los casos, dentro de 74.500 años, cuando alcancen la estrella más cercana.

El disco de oro "Sounds of Earth" que llevan las sondas Voyager para cualquier criatura extraterrestre que tenga orejas y lo quiera escuchar (Fuente: NASA)

En todos estos años, las sondas han visitado los planetas Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, así como 48 de sus lunas, que ya son. Durante este viaje han ido transmitiendo a la Tierra todos los datos, mediciones y fotografías de estos extraños mundos. En 2007 ambas naves cruzaron el límite teórico del Sistema Solar, por lo que se puede decir que desde esa fecha están fuera de la influencia del Astro Rey.

Trayectoria que han seguido ambas sondas Voyager en su largo viaje por el espacio (Fuente: Wikipedia Autor: 7Train)

Actualmente ambas se encuentran a la escalofriante distancia de 17.400 millones de kilómetros del Sol, y es allí donde han encontrado algo que nadie esperaba que hubiera: burbujas magnéticas gigantes.

Según Merav Opher, astrónoma de la Universidad de Boston, se trata de los bordes del campo magnético del Sol, que como la falda de una bailarina, forma pliegues durante la rotación de nuestra estrella, creando estas burbujas magnéticas.

Las burbujas así formadas no son pequeñas, ni mucho menos. Cada una tiene un diámetro de 160 millones de kilómetros (un poco más que la distancia de la Tierra al Sol) y están empaquetadas unas con otras como las celdas de un panal.

Tamaño de cada burbuja magnética en comparación con la distancia de la Tierra al Sol (Fuente: NASA)

Las implicaciones de este descubrimiento están todavía por ver. Según Opher, este enorme campo de burbujas magnéticas podría servir de escudo protector de primera línea a los rayos cósmicos que constantemente recorren el espacio y cuyo origen sigue siendo bastante misterioso (¿agujeros negros? ¿supernovas? ¿quásars? ¿estrellas binarias de rayos X? ¿objetos sin descubrir aún?). Es muy posible que si no existieran estas burbujas magnéticas, estuviéramos todos achicharrados, o mejor dicho, ni siquiera habría aparecido la vida en este planeta. De todas formas esto son suposiciones y habrá que esperar a que las Voyager sigan transmitiendo datos para que los astrónomos tengan una idea más exacta de lo que se han encontrado.


Con este descubrimiento hemos vuelto a cambiar la imagen que teníamos del Universo (Fuente: NASA)

Hoy me voy a ir más tranquilo a la cama, sabiendo que tenemos ahí fuera un colchón de burbujas protectoras contra los malvados rayos cósmicos. ¿Qué más cosas se van a encontrar nuestras queridas sondas viajeras? ¿Llegará algún día en que tomen contacto con alguna civilización extraterrestre? ¿Supondría ello la ruptura de todos nuestros esquemas humanos? Ya lo veremos (o no).

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