El astrolabio de Azarquiel

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miércoles, 8 de diciembre de 2010

El caballo de Santiago y la Batalla de Brunete.

La Batalla de Brunete fue, sin lugar a dudas, una de las más terribles que tuvo lugar durante la Guerra Civil Española. Estamos en el verano de 1937, transcurrido casi un año de guerra fratricida, una guerra que había comenzado como un pronunciamiento militar al estilo de los que tanto abundaron durante el siglo XIX.

Madrid se encontraba sitiada por sus tres cuartas partes (la única carretera más o menos franca era la de Valencia) y se había llegado a una estabilización del frente. Las tropas de Franco estaban empeñadas en ese momento en conquistar todo el norte de España (el País Vasco, Cantabria y Asturias) por lo que el frente de Madrid estaba relativamente tranquilo.
Largo Caballero había ideado una ofensiva sobre Mérida para cortar el territorio nacionalista en dos, pero tras los sucesos revolucionarios de Barcelona dimitió y el proyecto quedó en aguas de borrajas. Fue su sucesor, Negrín, junto con el general Miaja y el coronel Vicente Rojo (todavía no era general) los que planificaron un ataque sobre Brunete para romper el cerco de Madrid y liberar presión en el norte de España.

Brunete en aquellos tiempos era un pequeño pueblo cuyo nombre apenas era conocido, pero que tuvo la desgracia de estar en el lugar menos adecuado: justo en el cruce de dos carreteras: la que va de El Escorial a Navalcarnero y la que va de San Martín de Valdeiglesias a Alcorcón.

La noche del 5 de julio de 1937 las divisiones 11 (de Enrique Líster) y 26 (de Valentín González "El Campesino") bajan de los alrededores de Valdemorillo y comienzan el ataque sobre la pequeña y mal guarnecida localidad de Brunete.

El ataque relámpago fue todo un éxito, aunque por diversas razones (a veces contradictorias dependiendo del historiador) las tropas republicanas quedan allí estancadas. El general Franco, al que el ataque ha pillado "en bragas", lo mismo que a todos sus generales, envía los refuerzos que en ese momento es capaz de movilizar desde el frente del Norte: la IV y V Brigadas Navarras.

Los combates son durísimos durante días enteros. Brunete queda prácticamente destruido. Líster, ante varios casos de locura de alguno de sus hombres, decide viajar al Palacio del Canto del Pico (esa casa hoy abandonada en lo alto de unos riscos en Torrelodones, junto a la N-VI) donde se encuentran Miaja, Rojo e Indalecio Prieto, para pedirles el relevo de su maltrecha división. Prieto le responde: "Bueno, como esto es una cuestión de militares, yo me voy a echar una siestecita". Me hubiera gustado ver la cara de Líster ante esa contestación de su ministro.



Enrique Líster con algunos de sus hombres tras la Batalla de Brunete. Dicen que fue el único que engordó en esa batalla. (Fuente: es.wikipedia.org)

Sin entrar mucho en detalles sobre el curso de la batalla, el caso es que Rojo le promete a Líster que su unidad será relevada por la 14 División anarquista de Cipriano Mera (algo que ocurrirá demasiado tarde, pues Brunete fue retomado por los nacionalistas).

Tras espantosos combates llegamos al día 25, festividad de Santiago Apóstol. Hay una gran contraofensiva republicana y las cosas pintan mal para los nacionalistas. Y ahora es cuando se produce el hecho asombroso y poco conocido del que quería hablar, pero que fue muy comentado en su tiempo.

Según contó Franco a su director de ejercicios espirituales, el padre Ramón Sánchez de Léon en 1967, ocurrió lo siguiente:

De pronto, todos los combatientes, Saliquet y Franco incluidos, a eso de las doce del mediodía pueden ver, con enorme asombro, como aparece un soldado a caballo. Algunos creen ver que lleva debajo del casco una boina roja y que porta la camisa azul. Con bombas de mano va destrozando, uno a uno, todos los nidos de ametralladoras enemigas. Nadie comprende como ese “loco” puede sobrevivir y como no le alcanzan las balas enemigas. Franco cuenta que su acción les hizo avanzar posiciones y se atreve a decir que les ayudó a ganar la batalla.

El general Saliquet le recuerda en ese momento a Franco que era el día de Santiago y que, como ocurriera en la Batalla de Clavijo en el año 844, podría ser que ese jinete fuera el mismísimo apóstol que se ha aparecido para resolver el aprieto. Franco se quedó con la mosca detrás de la oreja, no porque dudase de que fuera Santiago, sino porque su caballo no era blanco. Me imagino que en aquél momento se acordó de esa adivinanza que todos hemos hecho de niños: "¿de qué color es el caballo blanco de Santiago?"



Santiago Matamoros en la Iglesia de Santigo, Carrión de los Condes. Dejemos tranquilo al pobre Santiago que no creo que desee entrar en ninguna guerra. (Fuente: es.wikipedia.org)

Bien, y digo yo después de haber escrito todo esto, si nos atenemos al principio de Ockam (del que quizás hable un día, pero que se puede resumir en que, en ciencia, la explicación más sencilla a un fenómeno suele ser la correcta) ¿qué es lo más probable que haya ocurrido?:

a) Efectivamente es Santiago Matamoros a caballo, modernizado eso sí, porque tira granadas de mano en vez de tirar de la espada.
b) Se trata de un soldado, posiblemente requeté (por lo de la boina roja), que ha enloquecido y ha entrado a tumba abierta en los nidos de ametralladoras enemigos.
c) Franco y Saliquet, con el calor que hacía, tuvieron visiones.
d) Esto se lo inventó Franco para impresionar a su director de ejercicios espirituales.

Apuesten y ganen un gallifante.

2 comentarios:

  1. La B) es difícil por que se buscó a dicho soldado para condecorarle y no se le encontró (aparte de que no es fácil encontrar un caballo en mitad de una batalla)
    La C) también los es por que parece ser que también le vieron los republicanos. Y la D), en fin no se que necesidad tendría Franco de impresionarle.

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