Desde hace más de diez años (al comenzar el siglo XXI), el número de abejas y abejorros en las colmenas de todo el mundo no hace más que disminuir sin una causa clara.
Para algunos, se trata de una enfermedad bacteriana o vírica (se apunta al virus de la parálisis aguda de Israel) o que aún no ha sido ni siquiera descubierta. Para otros, el problema es la contaminación acústica que tienen que soportar estos pobres y laboriosos animalitos por culpa de nuestros teléfonos móviles. Incluso se ha llegado a pensar en ciertas cosechas transgénicas (en este caso serían plantas a las que se les ha introducido un gen de control de plagas) con efectos desconocidos sobre las abejas.
Abejorro naranja (Bombus sp.) sobre unas hojas de zarzamora (Rubus fruticosus) (Fotografía del autor). |
Todo esto supone un grandísimo problema para los apicultores en particular y para la Humanidad en general, ya que la desaparición de este insecto supondría también la extinción de muchísimas plantas a las que polinizan, con efectos sobre el medio ambiente de proporciones desconocidas, amén de los efectos económicos.
Recientemente, la revista Science ha publicado dos estudios (uno británico y otro francés) en los que parece comenzar a aclararse este importante misterio. Según ambas investigaciones, el origen de este colapso podría deberse a dos pesticidas ampliamente utilizados en la agricultura: el imidacloprid y el tiametoxam.
Se han encontrado trazas de esta molécula en el polen y en el néctar de las flores, lo cual ya es un indicio. Según los investigadores, el imidacloprid al ser consumido por las abejas, interacciona con el sistema nervioso central y hace que éstas se desorienten y sean incapaces de volver a su colmena tras su excursión por los campos de flores. Esta sería la causa de la disminución del número de individuos en las colmenas y de la consiguiente desaparición de la reina por falta de cuidados.
Abejorro (Bombus terrestris) libando felizmente sobre unas flores de espliego o lavanda (Lavandula angustifolia) (Fotografía del autor) |
Para comprobar el efecto del imidacloprid, los investigadores británicos de la Universidad de Stirling realizaron un experimento con abejorros (Bombus terrestris). A unas colonias de éstos los expusieron a pequeñas cantidades de imidacloprid (con los mismos niveles que se encuentran en la naturaleza) mientras que otras colonias sin contacto con esta molécula sirvieron de control.
El experimento duró seis semanas, tras las cuales, se pesaron ambos grupos de colonias con todo su contenido (insectos, cera, miel, larvas, polen, etc.). Las colonias expuestas al tratamiento, pesaron bastante menos y tenían un tamaño de un 8 a un 12% más pequeño que las colonias control. Además, el número de reinas disminuyó en un 85%, lo cual ya es una barbaridad, pues compromete la existencia de la colonia al año siguiente.
El mismo abejorro de antes mirando cariñosamente a la cámara (Fotografía del autor) |
En el experimento francés, realizado por investigadores del Instituto Nacional para la Investigación Agrícola (INRA), la exposición de las colonias al plaguicida tiametoxam dio los mismos resultados. Incluso, se creó un modelo matemático para predecir el crecimiento o disminución de la colonia de abejas expuestas a esta molécula. El resultado fue terrible: en el modelo matemático, la colonia disminuía a unos niveles irrecuperables, lo que provocaba su total desaparición.
A la vista de estos resultados, como no nos pongamos las pilas y actuemos pronto, vamos a provocar un desastre tremendo, no sólo en las colonias de abejas y abejorros, importantísimos polinizadores (a veces únicos) de muchísimas plantas, sino en el medio ambiente del planeta de proporciones bíblicas. Nosotros mismos podríamos desaparecer como especie.
El hombre es el arma mas mortal para la Naturaleza. La mayor parte piensa en su momento, sin tener conciencia de la responsabilidad que se tiene sobre el futuro.
ResponderEliminarDeben existir abejas, variedad de flores y cada vez que se intente arreglar algo debe existir la seguridad de que no afecte a otro,...Muy interesante tu artículo. Gracias.