El astrolabio de Azarquiel

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jueves, 1 de mayo de 2014

El animal más rápido del mundo.

Uno de mis álbumes de cromos favoritos que coleccioné cuando era pequeño (allá en los 70) era "El más y el menos", una especie de Libro Guinness de los records, pero un poco de andar por casa.
Era realmente fascinante ir consiguiendo cromos con títulos tan sugerentes como "el hombre más longevo del mundo" o "el ave más pequeña del mundo". Todo esto me llenaba mucho más que los típicos cromos de fútbol, que han existido de toda la vida y que seguirán existiendo por siempre jamás.

Album setentero de "El más y el menos" (Fuente: http://albumdiablo.blogspot.com.es/)


Pues bien, cuando llegabas al cromo titulado "el animal más rápido del mundo" veías el dibujo de un guepardo, que puede alcanzar una velocidad punta de 120 km por hora (más que el Seat 850 que tenía mi padre por aquellas épocas). Los niños alucinábamos con todos estos records y nos parecía que el mundo era maravilloso (lo sigue siendo, pero con menos magia quizás que cuando eres pequeño).

Esa creencia (la del animal más rápido) la he tenido hasta hace bien poco, cuando un estudiante de la Universidad de California, después de pasar todo un verano analizando y midiendo la velocidad a la que se movían unos pequeños animalillos de 7 milímetros de longitud llamados Paratarsotomus macropalpis (un ácaro de aquellas tierras), ha publicado sus resultados. La sorpresa ha sido que, extrapolando estos resultados (171 longitudes de su cuerpecillo por segundo) a la velocidad real que tendría una persona, da una cifra de alrededor de 2100 km por hora.

Algunos científicos, como Samuel Rubin, del Pitzer College, cree que estudiar el movimiento de estos ácaros, podrían ayudar a diseñar robots y dispositivos especiales hasta ahora no imaginados. Tiempo al tiempo.

Imagen de un ácaro al microscopio electrónico de barrido (Fuente: United States Department of Agriculture)


Lo curioso de todo esto es que los susodichos ácaros alcanzaban esas tremendas velocidades cuando la temperatura ambiente llegaba a los 60 grados centígrados (una temperatura letal para la mayoría de los animales).

A mí, personalmente, me parece normal que cualquiera salga corriendo a toda pastilla cuando se llega a esas temperaturas, aunque últimamente veo mucho quemado por ahí que no se mueve nada. La enseñanza de todo esto es que hay que evitar quemarse como sea, y por tanto hay que moverse.

1 comentario:

  1. No sólo hay que empezar a moverse, tiene que ser ya mismo.
    Tal vez los quemados que no se mueven es que ya ni sienten ni padecen.
    En cualquier caso que nadie te quite sentir.
    Artículo fantástico. Me encanta. Gracias.

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